La microbiota intestinal, compuesta por billones de microorganismos que habitan nuestro sistema digestivo, desempeña un papel esencial en funciones como la digestión, la síntesis de vitaminas y la regulación del sistema inmunológico. Sin embargo, diversos factores pueden alterar este equilibrio, dando lugar a la disbiosis intestinal, una condición cada vez más reconocida por su impacto en múltiples aspectos de la salud.
La disbiosis intestinal se ha asociado con una amplia gama de enfermedades, incluyendo trastornos metabólicos como la diabetes tipo 2 y la obesidad, enfermedades inflamatorias intestinales como la enfermedad de Crohn, y afecciones autoinmunes y neurológicas. También influye en la prevención de patologías como las infecciones urinarias. Además, puede manifestarse a través de síntomas digestivos como hinchazón, gases, diarrea o estreñimiento, así como fatiga crónica y malestar general.
Factores como una dieta desequilibrada rica en azúcares y grasas saturadas, el uso excesivo de antibióticos, el estrés crónico y el sedentarismo pueden contribuir al desarrollo de la disbiosis . Por ello, es fundamental adoptar un enfoque integral que combine prevención, tratamiento y autocuidado.
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